viernes, 23 de noviembre de 2012

Olmos-Perú




 


Perú en Venecia: Yucun o habitan en el desierto





Presente por primera vez en la Bienal de Arquitectura de Venecia, el Perú presenta el diseño de una nueva ciudad en el desierto Olmos. Un informe de Arquitectura de Venecia de Thomas Cigarini, Miriam Saavedra

Veinte estudios arquitectura peruana se reunieron alrededor de una mesa para diseñar una nueva ciudad que se construirá en Olmos en el norte de Perú. Esta oportunidad es ofrecido por la construcción, acaba de terminar, un túnel de 20 km que lleva el agua desde la cuenca de la selva amazónica para el árido desierto de la costa peruana. Este túnel se ha expandido la frontera agrícola de 40.000 hectáreas, que atrae a su alrededor 250.000 nuevos puestos de trabajo. La propuesta de proyecto se inicia a partir de una reflexión sobre cómo vivir en el desierto de Perú como modelo el sistema urbano de la ciudad precolombina.
Cada uno de los 20 estudios dibujó un distrito representado conceptualmente con un modelo en arcilla, expresando su visión de cómo vivir en el desierto. La calidad del espacio urbano está en el centro de la preocupación arquitectónico. El resultado es un municipio urbano que combina la diversidad y la cohesión, pequeño con gran urbanidad y ruralidad, lo antiguo y lo moderno.

Participó en el proyecto:
B + Ra (Ruth Alvarado - Oscar Borasino Arquitectos); Artadi Arquitectos; Baracco Asociados, Arquitectos Bragagnini, Barclay & Crousse; Milla Arquitectos García-León; González Moix Arquitectos, K + M Arquitectura y Urbanismo; Longhi Arquitectos, Arquitectos Llosa Cortegana; Metrópolis / José Orrego, Arquitectos David Mutal, Nómena, Carlos Palomino Arquitectos del Norte, Carlos Pestana Arquitectos, Arquitectos Poggione + Blonde, Arquitectos Seinfeld; Birds Oficina; Arquitectos / OUA; Vicca Verde 51-1/Supersudaca Perú.

"Medianeras"

jueves, 22 de noviembre de 2012

Diseño





de Stepien & Barno blog


En su día, si alguien nombraba la palabra “el arquitecto” ya te imaginabas alguien importante a quien casi se podía reverenciar. Sin embargo, en la actualidad, la profesión ha caído en desdicha; por un lado, se asocia a un sector especulador que macizó media España y, por otro, aunque sea dura la expresión, no tienen donde caerse muertos.
Ciertamente, en parte es así; pero solo en parte. Si miramos un poco más allá, los que fueron la mano ejecutora del desastre urbanístico, en realidad, fueron unos pocos y la suma del total de arquitectos sobrepasa los 50.000.  Todavía quedan, seguramente, 49.000 que no tuvieron nada que ver con todo aquello.
La mayoría de ellos, se apasionaron por la arquitectura, como quien se enamora del amor. De tan enamorados que estuvieron, las horas se les convirtieron en minutos y todas ellas se iban en complacer a su amada arquitectura. Así pasaron los cinco años de carrera o seis o más, porque en estas escuelas las notas, en general, no se regalan, se sudan y de qué manera. Encima de la tarima hay de todo, profesores buenos, profesores buenos pero con un ego de elefante (que en realidad no son tan buenos) y, como en todo, malos, muy malos. Pero casi todos ellos, incluso estos últimos, a su manera están hipnotizados por la arquitectura.

Estos estudiantes, echan el resto en cada entrega, es decir en cada proyecto que realizan, que no por casualidad se llama entrega. Y se auto-exprimen tanto que sus amigos desaparecen y ellos desaparecen para sus familias. Puede dar la impresión, desde fuera, que es una vida dura; pero, desde dentro, es la vida. La única vida que entienden cuando les pica el virus de la arquitectura.

Una vez en la calle, ven la realidad y, a veces, la realidad no les ve a ellos. Demasiadas horas entre arquitectos, demasiado tiempo pecando de endogamia. Eso sí, el número de parejas entre cartabones y escuadras, o, mejor dicho, entre polilíneas y fatal error, es con diferencia el mayor de todas las carreras.
Los arquitectos no duermen; no es broma, no duermen, o por lo menos no lo hacen cuando tienen estar enfrascados en el final de un proyecto. Están diseñados para la excelencia; sí, ya sabemos, que suena un poco cursi. Pero es así. No se conforman con algo correcto, trabajan hasta que ya no se puede mejorar o sí, pero llega la famosa  entrega  y en el último minuto, sin aliento, llegan (cuando llegan) con toda la tarea. A veces, después de cientos de horas de trabajo, no saben dónde tienen que mandar proyecto y se les pasa el plazo. Son así. Con los detalles burocráticos no son muy buenos, con la gestión tampoco; les gusta más crear, soñar y pensar un mundo mejor.
Que están desconectados de la realidad. Puede ser, pero están hechos de buena pasta y, a pesar de la que está cayendo, no se quejan mucho. Un sector con mucho más del 50 por ciento de paro y casi no abren la boca. Son modosos hasta para eso; de hecho, muchos todavía no reconocen estar en paro, porque hay un proyecto, bueno, un posible proyecto, para un primo suyo que quizás un día rehabilite no sé que cobertizo. A veces el primo es el propio arquitecto. Esto de amar lo que hacen, les lleva al dudoso límite entre ser buenos y ser tontos. Se aprovechan de ellos, sin duda, y encima se sigue pensando que cobran un pastón por hacer cuatro dibujos. Y no es así; en general, dibujan y mucho, pero dibujan ilusiones, definen realidades y ayudan a muchas familias a que su existencia sea más feliz. Y, encontrar la felicidad es la única meta importante que vale la pena tener.
Por ello y por mucho más, aunque parezca que están locos y ya nadie les necesita, los arquitectos no bajan la cabeza y siguen pensando que una vida mejor es posible; un mundo con arquitectura de la buena; si no, no vale la pena. En fin… esos locos arquitectos ¿tú también eres uno de ellos?

domingo, 18 de noviembre de 2012

CARTA DE UN ESTUDIANTE DE ARQUITECTURA.


Siza cuaderno de viaje rec

Soy estudiante de arquitectura, un estudiante sin nombre, porque, aquí y ahora, cómo me llamo no es importante. Creo que mis palabras representan a muchos estudiantes de arquitectura y eso sí que es  más importante. Para más datos, estoy en tercero y, tengo que reconocer que, el bicho de la arquitectura ya se ha apoderado de mí.
Hoy, hemos recibido el enunciado de un nuevo proyecto.  Y ¿de qué se trata? Pues de realizar un museo de arte contemporáneo. Sí, como lo oís. ¿Un museo?! El mismo enunciado que hace 10 años y que hace 20… triste ¿no? Los tiempos cambian, la crisis pone patas arriba el sistema y a la arquitectura (y los arquitectos) la deja temblando, pero, en la asignatura de proyectos, seguimos pensando en museos.
Como digo son ya tres años de carrera y gracias a ellos he empezado a saborear la esencia de la arquitectura; veo el mundo distinto y, para mal o para bien, el mundo me ve distinto a mí. La mayoría de los que leeréis esta carta seguramente seréis arquitectos y bien me comprendéis si os hablo de largas noches de entrega, de profesores con el ego desbocado, de los planes que realizan mis amigos de otras facultades y que, ya, ni se molestan en contarme. Pero no quiero hablar de ello; hoy quiero quejarme. Sí ¡leches! quejarme por la desconexión de la escuela con la realidad. La universidad es como un inmenso elefante, cuyos movimientos son lentos, lentísimos, y  no se recicla de ninguna manera. Algunos diréis que la universidad no tiene que estar a expensas del “mercado”, pero esto ya se pasa de castaño oscuro.
También es cierto que, dentro de ella, tenemos la suerte de tener profesores, sobre todo jóvenes, que nos tratan con respeto y que nos ilusionan con sus asignaturas. Éstos, por lo que nos cuentan, tienen un pie dentro y otro fuera; están pendientes de rollos de certificaciones académicas y no sé que historias. De esta forma, no son los mejores profesores los que tienen el puesto asegurado; sorprendentemente, por lo menos para mí, son los que peor lo hacen ¡De locos! Éstos últimos viven en su torre marfil, inmunes a la realidad y a la crisis, pensando que todo puede seguir siendo como fue.
Muchos dicen que sobran escuelas de arquitectura y seguro que no les falta razón. Pero también es cierto que los que estamos dentro queremos tener opciones de ser arquitectos. Ya es tarde para echarme atrás, esto me gusta, y mucho. Sé que no hay trabajo, que la sociedad nos ve como nos ve, pero a mi nadie me puede impedir querer se arquitecto; es mi vida y lo va a ser para siempre. Quizás, peque de ingenuidad, pero es lo que toca con mi edad, pensar que puedo, que podemos, cambiar el mundo. La arquitectura es un servicio y yo soy un servidor. Algo más grande que yo está en marcha y quiero formar parte de ello.
Tal vez, muchos de vosotros dejasteis de soñar, pero no es justo que yo no tenga derecho a seguir soñando. Porque esta es, a pesar de todo, una carrera de sueños.  Sueños encontrados y sueños por encontrar. Un mundo mejor es posible y la arquitectura tiene mucho que decir en todo ello.
También es cierto que soy de otra generación; soy un nativo digital. A lo mejor a algunos os suena raro, pero es así. Esto no me preocupa, para mi es normal, es como ser rubio o moreno; lo que me preocupa es la brecha digital que existe. La gran mayoría de quienes toman las decisiones en esta escuela pasan olímpicamente de esta realidad. No les interesa entender que el mundo ha cambiado y que nosotros, los usuarios de estas aulas, nos merecemos unas clases adaptadas a la realidad.  Si me despierto tuiteando, me comunico desde Tuenti con mi gente, tengo un blog donde voy dando la murga con mis obsesiones y paranoias y pertenezco a más de 20 o 30, qué se yo, grupos de facebook; por qué mis profesores no hacen nada para que todo ello se integre en sus asignaturas. Bueno, para ser justos, algunos sí que hacen su esfuerzo y montan un blog de la asignatura; pero… hay tanto por hacer!!
Cuánta información disponible en la red que aumentaría mi conocimiento a un solo click de distancia. La red podría ser la extensión infinita de las limitadas pareces de mis clases. Existen miles de posibilidades de completar nuestra formación, por ejemplo, con una sencilla comunidad digital que nos ayudara a que los alumnos colaborásemos entre nosotros.
Con ello, no digo que lo más importante sea el entorno digital; nada de eso, sé perfectamente que la magia de la arquitectura se transmite cara a cara, y todavía mejor entregándome a las lecciones que la propia arquitectura, en vivo y en directo, nos brinda. Soy consciente de ello, pero hibridar ambos mundos es posible y además muy barato ¡perfecto para los tiempos de crisis!
Sin embargo, en vez de animarnos a colaborar entre nosotros, se siguen empeñando en enseñarnos a competir. Los codazos y los enchufes serán el pan nuestro de cada día en el “mundo real”, pero yo quiero un mundo más humano en el que las sinergias sean ese alimento de cada día. Tantas cosas… y seguro que pensareis tanta inocencia!!
Aun así, seguiré soñando con una escuela sin profesores subidos en la tarima, soltándonos chapas de dos horas sin descanso. Seguiré soñando con profesores que me hablen de los mejores blogs de arquitectura en vez, del Croquis y demás. Seguiré soñando con trabajar como arquitecto, sin tener que ser por fuerza un falso autónomo; si para ello tengo que irme a la China, pues, muy a mi pesar, me iré. Seguiré soñando con profesores que además de ser buenos arquitectos, sean buenos docentes y consignan ilusionarme hasta si me hablan de los límites de Atterberg!
Quizás sea mucho soñar, pero si no sueño muero.
* Nos hemos permitido, desde Stepienybarno, escribir este texto en una extraña primera persona, en nombre de miles de alumnos de arquitectura.
* Este artículo ha sido escrito con carácter divulgativo y sin ningún tipo de ánimo de lucro. Así que, si te apetece compartirlo en cualquier otro medio, estaremos encantados de que lo hagas siempre y cuando cites el lugar donde lo has encontrado.
Autores de la entrada: Stepienybarno
* Stepienybarno está formado por Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó y desde mayo del 2009 estamos en la red con  la presente publicación digital (Blog) de arquitectura.
Nuestra actividad se sustenta en tres pilares básicos: la investigación, la publicación y la redacción de proyectos de arquitectura.
A su vez, somos socios cofundadores de SINERGIA SOSTENIBLE y redactores de LA CIUDAD VIVA.
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Torre de los anillos en China