viernes, 18 de enero de 2013
Clásicos de Arquitectura: Casa VI / Peter EisenmanHouse VI by Peter Eisenman - Progressive Animation
Por Karina Duque
A
diferencia de las casas anteriores de Peter Eisenmann, la casa VI
incluye una desorientación en el trabajo sin relacionar su concepto con
un hogar tradicional. De hecho, la casa es cualquier cosa menos lo que
se consideraría una casa convencional.
Eisenman, uno de lo New
York Five, diseñó las casa para el señor Richard Frank y su señora,
entre el 1972 y el 1975, los cuales tienen una gran admiración por el
trabajo del arquitecto , a pesar de ser conocido como un “arquitecto de
papel” y un teórico. Eisenman, al dar oportunidad de poner sus teorías
en práctica, surgió una de las casas más famosas y complejas de los
Estados Unidos.
Situada en un sitio plano en Cornwall, Connecticut, la casa VI se encuentra como una verdadera escultura en su entorno.
El
diseño surgió de un proceso conceptual a partir de una cuadrícula.
Eisenman manipula una grilla de tal manera que la casa queda dividida en
cuatro secciones. Por lo tanto los elementos estructurales se dieron a
conocer para que la construcción del proceso fuese evidente, aunque no
siempre entendida. Así, la casa se convirtió en un estudio entre la
estructura real y teoría de la arquitectura.
La
casa fue construida de manera eficiente con un mensaje simple y un
sistema de vigas. Sin embargo, algunas columnas o vigas no juegan ningún
papel estructural y sólo se incorporan para mejorar el diseño
conceptual.
Por ejemplo, un pilar en la cocina se cierne sobre la mesa de la cocina, no hasta tocar el suelo.
En
otros espacios, las vigas se encuentran, pero no se cruzan, creando
así, un grupo de apoyo. Robert Gutman escribió sobre la casa diciendo
que “muchas de estas columnas no tienen ningún papel en el apoyo de los
planos de construcción, pero están ahí, al igual que los planos y las
rendijas de la paredes y techos que representan los aviones, para marcar
la geometría y el ritmo del sistema de notación de Eisenman.
La
estructura se incorporó a la grilla de Eisenman, para transmitir el
módulo que creó los espacios interiores con una serie de planos que se
deslizó través de la otra. Ignorando deliberadamente la idea de la forma
siguiente función, Eisenman creó espacios que eran extravagantes y
bien iluminados, pero lugares poco convencionales para vivir. Se hizo
difícil para los usuarios, ya que tuvieron que acostumbrarse a la
arquitectura y en constantemente estar consciente de ello. Por ejemplo,
en el dormitorio hay una ranura de vidrio en el centro de la pared
continua a través del piso que divide el espacio por la mitad, obligando
a que haya camas separadas a ambos lados de la sala por lo que la
pareja se vio obligada a dormir separados.
Otro aspecto curioso es
una escalera al revés, el elemento que representa el eje de la casa y
que está pintada de rojo para llamar la atención.
También
hay muchos otros aspectos difíciles que difieren de lo tradicional,
como la columna que pende sobre la mesa, la que separa comensales y el
cuarto de baño individual que sólo es accesible a través de un
dormitorio. Por muy tedioso que fuese el habitar esta casa, Eisenman fue
capaz de recordarle constantemente a los usuarios de la arquitectura
que les rodea y cómo afecta a sus vidas.
Tuvo éxito en la
construcción de una estructura que funcionaba tanto como una casa, como
una obra de arte, pero cambiando la prioridad de ambos para que la
función siguiera a la técnica.
Él construyó una casa donde el
hombre se vio obligado a vivir en una obra de arte, una escultura, y de
acuerdo con los clientes que disfrutaron de este habitar no tradicional
impuesto por Eisenman, como una obra de arte y poesía, la casa fue todo
un éxito.
Arquitecto: Peter Eisenman
Ubicación: Cornwall, Connecticut
Clientes: Mr. and Mrs. Richard Frank
Año proyecto: 1972-1975
Fotografías: Depending on the photograph: sketchygrid.com or New Jersey Institute of Technology (Architecture History Department)
Referencias: Peter Eisenman, Houses of Cards. New York: Oxford University Press, 1987., and Frank, Suzanne. Pete Eisenman’s House VI: The Client’s Response. New York: Watson-Guptil Publications, 1994., and University of Oregon
Ubicación: Cornwall, Connecticut
Clientes: Mr. and Mrs. Richard Frank
Año proyecto: 1972-1975
Fotografías: Depending on the photograph: sketchygrid.com or New Jersey Institute of Technology (Architecture History Department)
Referencias: Peter Eisenman, Houses of Cards. New York: Oxford University Press, 1987., and Frank, Suzanne. Pete Eisenman’s House VI: The Client’s Response. New York: Watson-Guptil Publications, 1994., and University of Oregon
jueves, 17 de enero de 2013
Entrevista a Carlo Petrini, fundador de Slow Food
Entrevista publicada en ElMundo.
Entrevista a Carlo Petrini, fundador del movimiento Slow Food
que promueve una alimentación basada en el gusto, el disfrute y el
conocimiento así como la defensa de las tradiciones gastronómicas de
cada región.
Los objetivos de Slow food son:
a) otorgar dignidad cultural a las temáticas relacionadas con la comida y la alimentación;b) individualizar los productos alimenticios y las modalidades de producción ligados a un territorio, en una óptica de salvaguardia de la biodiversidad, promoviendo su categorización y protección en tanto que bienes culturales;
c) elevar la cultura alimentaria de la ciudadanía y, en particular, de las generaciones más jóvenes, con el objetivo de lograr la plena conciencia del derecho al placer y al gusto;
d) promover la práctica de una calidad de vida distinta, basada en el respeto al ritmo y tiempo naturales, al ambiente y la salud de los consumidores, favoreciendo la fruición de aquellos que representen la máxima expresión cualitativa.
Aquí os dejamos esta interesante entrevista con Carlo Petrini:
PREGUNTA.- Usted sostiene
que preservar la cultura gastronómica de un país es tan importante como
salvaguardar su patrimonio artístico o sus monumentos históricos. ¿Por
qué?
RESPUESTA.- Porque la gastronomía
forma parte de nuestra identidad cultural. En la naturaleza encontramos
la materia prima. Pero nosotros, para alimentarnos, transformamos el
producto. Y ese acto de transformación es un acto cultural. La cocina es
un acto cultural. Por eso yo sostengo que la gastronomía debe ser
defendida y salvaguardada como parte del patrimonio cultural de un país.
Pero ojo: la identidad cultural no es una cosa rígida. No existe
identidad sin intercambio y, por tanto, la identidad cultural está
sujeta a modificaciones. ¿Quiere un ejemplo? La mayoría de la gente
considera que el plato típico de los italianos es la pasta con tomate.
Pues bien: ni la pasta ni el tomate son italianos. Nuestro plato
nacional es fruto del intercambio, y es el intercambio el que construye
nuestra identidad.
P.- ¿Está en peligro la gastronomía?
R.- La situación es bastante grave.
Sobre todo porque la tierra madre padece estrés. Hemos exagerado con el
uso de pesticidas y abonos químicos y la tierra está cansada. Y a eso
hay que sumar que cada día perdemos variedades genéticas de frutas,
verduras, animales… Hemos extraído demasiado de la naturaleza. Hemos
aplicado la concepción industrial a la agricultura, y ahí está el origen
de la preocupante situación actual, una situación que es ambientalmente
insostenible. Sí, estamos en peligro.
P.- ¿Es la industria alimenticia responsable de esta situación?
R.- En gran medida. El problema de
la industria alimentaria es que cada vez es más invasiva. Hoy los
alimentos se fabrican siguiendo los postulados de una suerte de diseño
alimentario: a través de aromas, exaltadores del gusto, conservantes,
colorantes… Nuestros gustos son manipulados en el interior de los
laboratorios químicos. Especialmente los de los niños, que son
condicionados. Esto es algo gravísimo en países como Italia, España,
Francia o Grecia, países mediterráneos donde la cultura alimentaria
siempre ha sido patrimonio de los agricultores y de las clases
trabajadoras ligadas a la tierra.
P.- McDonald’s y otros
establecimientos de comida rápida están empezando a servir ensaladas y
platos supuestamente sanos. ¿Qué le parece?
R.- Es algo. Pero el verdadero
problema de McDonald’s es que no es posible determinar el origen de los
productos que utiliza. Y no basta con afirmar que uno emplea productos
sanos y decir que, aparte de hamburguesas, ahora tiene verduras en sus
menús. Me deben decir de dónde viene la verdura, cómo se ha cultivado, a
cuánto la han pagado a los agricultores…
P.- ¿No le parece un poco excesivo?
R.- No. Yo pienso que para hablar de
calidad alimentaria los productos deben cumplir tres condiciones: ser
buenos, limpios y justos. Buenos porque los alimentos deben generar
placer. Limpios porque la producción alimentaria no puede permitirse
seguir ofendiendo a la naturaleza porque esta ya ha alcanzado un punto
de no retorno. Y justa porque quien trabaja la tierra tiene que recibir
un salario justo. Si falta una sola de estas condiciones, para mí no
existe la calidad alimentaria.
P.- ¿La dieta mediterránea es, como dicen, la más sana del mundo?
R.- La dieta mediterránea ha sido un
gran negocio. Un negocio que, como usted bien sabe, no ha surgido aquí
en nuestra casa, sino que es producto de estudiosos americanos. Yo creo
en las dietas del territorio, no en eso de la dieta mediterránea.
Porque, aún siendo todos mediterráneos, es obvio que la dieta de un
cretense es diversa de la de un andaluz. Las tradiciones consolidadas de
cada realidad particular, unidas al concepto de moderación, hacen en mi
opinión la dieta óptima.
P.- Diversos estudios
científicos demuestran que la alimentación es un factor importantísimo
de la salud. Se habla incluso de que la comida es responsable de un 33%
de los cánceres. ¿Por qué seguimos comiendo mal?
R.- Porque no hay suficiente cultura
alimentaria. La sociedad campesina sí que tenía una vasta cultura
alimentaria y transmitía ese saber por vía oral. Hoy el nexo que unía la
sabiduría de los agricultores con nuestra vida cotidiana se ha roto. Es
necesario que reconstruyamos una relación armónica, educada, sabia y
consecuente con la comida.
P.- Ya. ¿Y eso cómo se consigue?
R.- Lo principal es que se conciba
la gastronomía como ciencia multidisciplinar y compleja. No sé en
España, pero aquí estoy seguro de que si encendemos este cacharro
(señala con desprecio a un televisor), habrá alguien hablando de recetas
de cocina. Este aparato se ha convertido en el instrumento más potentes
para hablar de sofrito y, sobre todo, para sofreír cerebros. Esos
programas no son gastronomía, sino pornografía alimentaria. No es
cultura alimentaria, porque la cultura es una ciencia multidisciplinar y
compleja. No se puede hablar de gastronomía sin hablar de agricultura,
de zootecnia, de historia, de antropología, economía, etnología… La
gastronomía es la primera necesidad de los seres vivos porque los seres
vivos lo son porque comen. Uno puede dejar de rezar, de estudiar, pero
no puede dejar de comer. Y, en segundo lugar, tenemos que trabajar para
que el consumo sea consecuente e instruido. No me gusta hablar de
consumidores, porque quien consume agrede y destruye. Yo prefiero
emplear el término coproductor.
P.- ¿Y qué significa ser coproductor?
R.- Muy sencillo. Significa estar
más preparado e ilustrado respecto a lo que uno debe ingerir. Porque si
el jamón que me como, después de unos segundos, se transforma en energía
que forma parte de mí, debo saber cómo ha sido hecho. Ser coproductor
supone verificar que un producto es bueno, limpio y justo. Si no se pone
en marcha este mecanismo, estamos perdidos. Porque la publicidad se ha
vuelto muy perspicaz y cada vez nos hace más estúpidos. Tan estúpidos
que ni siquiera nos damos cuenta de lo que significa la alimentación y
la utilizamos como si fuera carburante, dando pie con esa concepción a
enfermedades físicas y psíquicas. Estúpidos porque, en cuanto hay un
poco de crisis, aquí en Italia la gente empieza a decir que la fruta y
la verdura son caras. No es verdad. Ni en Italia ni en España ni en todo
Occidente se había gastado nunca tan poco dinero en comer. Lo repito:
nunca-tan-poco-dinero-en-comer. Una familia italiana en 1970 gastaba el
32% de sus ingresos en comer. Hoy, el 17%. E intuyo que en España debe
ser algo similar. No se puede decir que emplear el 17% en comer sea
mucho. Esta cosa [saca del bolsillo el móvil] se lleva el 12% del gasto
de las familias.
P.- Pero los productos
alimenticios de calidad son caros. Las verduras biológicas y las carnes
orgánicas cuestan un ojo de la cara.
R.- Yo en esto del precio de verdad
que soy intransigente. La familia media italiana, ya le he dicho,
destina el 17% de sus ingresos a comer. Comiendo bien, muy bien, es
posible que se llegue al 20%. No es una diferencia abismal. El problema
es que, con frecuencia, la mayor parte de ese 17% no va a parar a los
agricultores, sino a la intermediación parasitaria. Si lográramos
pararle un poco los pies a los intermediarios, es posible que aún
costara menos comer. A lo mejor lo que hay que hacer es estudiar nuevas
formas de distribución, establecer relaciones directas entre los
consumidores y los productores, de manera que haya productos que el
consumidor -que se ha convertido en coproductor- vaya a comprarlos
directamente del agricultor. Pero lo que no se puede continuar diciendo
es que la comida es cara, porque no es cara. Yo siempre pongo el mismo
ejemplo: un litro de aceite para el motor del coche cuesta 11.90 euros.
Un litro de aceite extra virgen, con las aceitunas recogidas a mano y
exprimidas por medios mecánicos, cuesta 11.90 euros. ¿Ha escuchado usted
alguna vez a alguien quejarse de que el aceite para el coche sea caro?
No, ¿verdad? Y sin embargo todo el mundo se queja del precio del aceite
de oliva. Ese es el problema de nuestra sociedad: que hemos perdido el
sentido común, el sentido común que nos daban nuestras raíces agrícolas.
P.- Hay quien sostiene que los cultivos transgénicos pueden ayudar a acabar con el hambre en el mundo. ¿Usted qué piensa?
R.- Es una quimera, como también lo
es pensar que la manipulación genética pueda resolver la pérdida de
biodiversidad. Los transgénicos no resuelven el problema del hambre
porque absorben mucha más agua que la que puedan necesitar los cultivos
convencionales, y eso, por tanto, provoca un desequilibrio ambiental.
Vivimos en un planeta donde, según datos de la FAO, producimos alimentos
para 11.000 millones de personas. La Tierra tiene sólo 6.300 millones
de habitantes y hay gente que muere de hambre. Esto para mí es la
auténtica vergüenza de la Humanidad. Consumimos menos de lo que
producimos, derrochamos y encima comemos mal, comemos mala materia
prima.
P.- Por curiosidad, ¿qué cenó anoche?
R.- Nada de especial: una pasta con
tomate y atún. Un gastrónomo, con el tiempo, se hace cada vez más
simple. Es en la simplicidad donde está la alta gastronomía. Y en la
buena materia prima.
P.- ¿Y cuánto tiempo dedicó a degustar ese plato? Quiero decir que si comió slow…
R.- El movimiento que hemos puesto
en marcha no se limita a comer despacio. No, no es eso. Yo creo que la
lentitud es una medicina homeopática. En una sociedad como la nuestra en
la que todo se basa en la velocidad, tomarse de vez en cuando las cosas
con un poco de calma es muy bueno para el espíritu, para la vista, para
el corazón, para las relaciones sociales… Esta sociedad pone todo en el
altar de la velocidad: los medios, el trabajo, la política… Y frente al
fast food nosotros defendemos el concepto de slow food, detrás del cual
se encuentra el concepto de slow life y el de slow production. Porque
mire usted: para conseguir un gran queso es necesario dejarlo envejecer,
dejar hacer al tiempo. Uno de los productos que yo más aprecio de la
gastronomía es el aceto balsámico, que tarda exactamente 25 años en
hacerse.
P.-¿Comemos en exceso?
R.- El problema es que ha cambiado
el estilo de vida, y la moderación ya no forma parte de los valores
sobre los que se asienta una relación armónica con la naturaleza. Se
hace ostentación de la opulencia y lo que antes era la comida de los
días de fiesta se ha convertido en la alimentación cotidiana. Se come
desordenadamente, no hay unas reglas mínimas ni unos horarios que
respetar. En nuestros países, aún no es así, pero en EEUU uno llega a
casa a la hora que sea, abre la nevera, mete cualquier cosa en el
microondas y se la come. Incluso nosotros estamos perdiendo muchos de
los conocimientos gastronómicos de nuestras abuelas. Y nuestra
agricultura tampoco es lo que era. El ritmo es cada vez más frenético. Y
los resultados, obviamente, inciden sobre la salud. La obesidad, que es
la nueva pandemia, es la otra cara de la moneda de la malnutrición.
Porque la obesidad es una malnutrición por abundancia.
P.- Dicen que es un enamorado de España…
R.- Estoy convencido de que en otra
vida fui español. España es un país que me encanta, que me fascina.
Desde hace 30 años voy a los Sanfermines. No creo que haya muchos
aficionados italianos ni españoles a excepción de algunos navarros y
vascos que puedan presumir de semejante fidelidad.
P.- Me va a perdonar, pero la verdad es que no le veo corriendo delante de los toros…
R.- Pues de joven corría. Corría y
dormía en los jardines, comía lo que podía, me emborrachaba con el vino
ácido de Navarra… Era tan ácido que muchas veces me plantaba en Pamplona
llevando mi propio vino del Piamonte. Ahora que soy menos joven me lo
tomo con más tranquilidad: voy a ver la corrida, duermo en un hotel,
como en buenos restaurantes como Arzak o La Alhambra… Y bebo los vinos
de Navarra, que ahora son estupendos. Los Sanfermines representan para
mí el barómetro de la vida, la medida del envejecimiento.
P.- Y aparte de Pamplona…
R.- Madrid también me encanta, y qué
decir de Andalucía, de los pueblos blancos, de Sevilla, de Sanlúcar de
Barrameda… Y también me fascina la modernidad de Barcelona, la
austeridad compuesta de San Sebastián…
P.- ¿Cómo ve la gastronomía española?
R.- En este momento, muy bien. Ha
tenido y tiene su propia escuela de pensamiento, que se inició primero
con Arzak y que ahora continua con Ferran Adri� , quien le ha dado un
impulso nuevo. Es una cultura gastronómica que ha sabido aprovechar bien
la materia prima de la que disponía. Yo equipararía la cultura
gastronómica española con la sociedad civil: ambas son muy activas,
creativas, talentosas…
P.-¿Existe una identidad gastronómica española?
R.- España ha sido tierra de grandes
intercambios culturales. Y esos intercambios han tenido efectos en los
víveres, en las formas de producción de los alimentos. Pero, en
realidad, es incorrecto hablar de gastronomía española porque si voy a
Andalucía tengo un tipo de gastronomía, si voy a Galicia encuentro otra y
si me dejo caer en Cataluña me aproximo a la lógica francesa.
P.- ¿Quijote o Sancho?
R.- Con los dos. Quijote no tiene
sentido sin Sancho. Pero hoy no somos capaces de ser ni Don Quijote ni
Sancho Panza. No tenemos la capacidad de soñar de Don Quijote ni el
pragmatismo de Sancho Panza, que representa nuestro ligamen con la
tierra. Esta es la situación dramática que estamos viviendo.
miércoles, 16 de enero de 2013
La Villette en Paris & la filosofía de Jacques Derrida
Para
los jardines temáticos del parque de La Villette, Bernard Tschumi, el
arquitecto director de la obra, ha invitado a varios diseñadores: Alexandre
Chemetoff, Gines Vexlard, Alain Pelissier. Ha propuesto al arquitecto Peter
Eisenman y al filósofo Jacques Derrida trabajar juntos en la realización de un
«jardín» sin vegetación; un jardín de piedra y de agua... Hemos pedido a éste
que nos hable de su colaboración tan inusual; sobre todo en un país como
Francia donde la centralización y la rigidez de las estructuras administrativas
y universitarias nada favorecen los intercambios entre actividades diversas.
Desde la noción de jardín hasta la de parque urbano en tanto que paisaje
contemporáneo, todo está por revisar.
¿Deconstrucción?... ¿Qué ha representado para usted como filósofo ser requerido para participar en un proyecto como éste?
¿Deconstrucción?... ¿Qué ha representado para usted como filósofo ser requerido para participar en un proyecto como éste?
Al
principio me sorprendió bastante. Hasta ahora no había tenido relación directa
y concreta con el trabajo y la tradición de la arquitectura. Para convencerme,
Tschumi me dijo que en su entorno, algunos arquitectos (y en particular
Eisenman) se interesaban, por razones teóricas, por mi trabajo sobre la
deconstrucción. Le resultaba estimulante intentar hacer algo para poner a
prueba en cierta medida esta proximidad, esta referencia. Un poco intimidado
por la proposición, creí interesante aceptar e intentarlo.
Háblenos de este encuentro, de esta
colaboración con Peter Eisenman.
Coincidí con Eisenman en Nueva York, en el otoño de 1985. En ese momento, yo estaba a punto de escribir un texto sobre la khôra en el Timeo, donde Platón aborda el problema del
espacio, del demiurgo arquitecto, del lugar. En griego khôra significa el lugar en general, la localidad, la
población. En el texto de Platón, la palabra tiene un significado muy
particular, muy complejo, al que intenté dar entonces una interpretación [cf. Khôra, 1993]. Propuse a Eisenman que leyese mi trabajo. Cuando lo vio desde una
posición personal, y sin limitarse meramente a ilustrar algo ajeno, contestó a
mi texto con un primer esbozo. Luego, a menudo discutimos juntos y con algunos
de sus colaboradores sobre esta cuestión del lugar en Platón, de la
interpretación del espacio, pero también de las cuestiones prácticas... Todo
ello duró cerca de tres años. El plano y la maqueta están terminados. Ahora le
corresponde a la administración de La Villette ponerlos en práctica.
En
este proyecto se trató del sentido de las formas, de los valores, de las
relaciones del hombre con su entorno. ¿Cuáles son las orientaciones específicas
del proceso que usted ha desarrollado con el pensamiento?
Es
difícil explicarlo sin volver a las premisas de mi propio trabajo y a las del
trabajo de Eisenman. Para calificar rápidamente mi tarea podemos hablar de
deconstrucción, es decir, de cuestionarse una tradición filosófica en lo que
concierne a la relación entre la palabra y la escritura, entre espacio y
tiempo, en la que la cultura filosófica occidental jerarquiza -lo que supone
también una dimensión política- y da forma definitiva a sus normas y sus
valores.
La
palabra «deconstrucción» tiene en sí misma connotaciones arquitectónicas. Pero
no consiste en destruir para que aparezca un solar desnudo, sino más bien en
cuestionar las relaciones entre filosofía y arquitectura, esa metáfora
arquitectónica que siempre habla de fundamentos, de arquitectura, etcétera.
Desde cierto punto de vista, uno puede quizá sorprenderse al saber que tal
pensamiento, tal problemática, esté siendo utilizada por los arquitectos. Pero
está empleada por arquitectos como Eisenman, y ellos mismos han intentado
desplazar la tradición arquitectónica.
¿También
en Le Corbusier y otros más?
Le
Corbusier sí. Eisenman tiene un gran respeto por Le Corbusier pero creo que
intenta -y también es el movimiento de Tschumi- liberar a la arquitectura de
ciertos valores de funcionalidad. La arquitectura debería en sí misma no estar
tan sólo orientada ya hacia la utilidad del habitar; naturalmente lo que
Eisenman construye debe ser habitable y útil, pero esos valores de
habitabilidad y de utilidad no son los que dominan en última instancia la obra
o el proyecto. También se trata de liberar a la arquitectura de ciertos valores
de la estética. Al final no es la armonía ni la belleza quienes controlan este
trabajo, lo cual no significa que el producto deba ser feo sino que, en última
instancia, su meta no es estética.
Entonces,
¿qué finalidad tiene?
En
cierta manera no existe esa finalidad. Hay un juego. Se trata de situar a la
arquitectura en su lugar específico, es decir, en un espacio que no esté
subordinado a valores, por ejemplo, utilitarios, estéticos o incluso metafísicos
o religiosos. Muy a menudo la arquitectura ha estado controlada por valores
religiosos, o bien organizada en torno a motivos políticos. La organización de
la ciudad destinada a conmemorar la historia de los héroes se ordena en forma
de jerarquía política. Tschumi y Eisenman intentan liberar a la arquitectura de
todas esas metas que no son, a decir verdad, arquitectónicas, lo que no quiere
decir, por lo tanto (y ahí está la trampa), que intenten restaurar una especie
de pureza de la arquitectura. Al mismo tiempo, sitúan lo arquitectónico
«propiamente dicho» con respecto a otras artes, a otros lenguajes: en Tschumi,
con lo que puede significar una narración cinematográfica; y en Eisenman, hay
constantemente un intercambio con el texto literario. Continuamente encontramos
una especie de provocación recíproca entre sus proyectos llamados
arquitectónicos y otros espacios de invención, digamos de creación.
Según
comprendí después, lo que me interesaba en la deconstrucción podía, al mismo
tiempo, interesar a los arquitectos, tanto más cuanto había insistido a menudo
en que la deconstrucción no es sólo una manera nueva de leer un texto o de
analizar conceptos, sino que concernía también a las instituciones, a las
estructuras socio-políticas. Todos los arquitectos son gente que para trabajar
cuentan con verdaderos poderes económicos y políticos. Es necesario que sus
proyectos pasen por un proceso de prueba, que a menudo consiste en una prueba
de fuerza, de relación con quienes deciden. En cierta manera, he comprobado que
la arquitectura es la forma a la vez más difícil y más efectiva de poner a
prueba la deconstrucción.
Este
debate entre filosofía y arquitectura ¿participa de la seducción que usted ha
podido experimentar por el trabajo de Tschumi y de Eisenman?
Absolutamente.
En lo que concierne a Eisenman, aprendí a ver su trabajo de liberar a la
arquitectura de su valor de presencia, de su valor del origen; él opera en lo
que denomina el «scaling» -un romper la escala-, intentando liberar a la
arquitectura de la escala humana, así como de la referencia antropocéntrica, de
cierto humanismo, variando ese «scaling» . En el mismo conjunto arquitectónico,
modifica las escalas, ya no existe una sola escala, y el hombre no es la medida
de esa estructura arquitectónica.
El
hombre no es la medida de la arquitectura, ¿constituye el objeto de la
filosofía?
Plantear
la cuestión del hombre no es simplemente establecer todo a la medida del
hombre. Hay un desarreglo, una desmesura en la propia cuestión del hombre.
¿Se
trata de una arquitectura que busca más allá del hombre?
No,
porque existe una manera de pensar más allá del hombre que todavía permanece
centrado en el hombre. No se trata tampoco de una cuestión antihumanista como
se ha dicho en alguna ocasión. Se trata, a propósito del lugar del hombre, de
la relación hombre-dios, etc., de plantear nuevas cuestiones sobre la manera en
que la noción de hombre o el valor del humanismo se ha institucionalizado y ha
regido no solamente la filosofía sino también la arquitectura. Tampoco se trata
de destruirlo o de quebrarlo, sino de intentar pensar acerca de todo lo
ocurrido. De pensarlo no solamente a través de especulaciones conceptuales,
sino en la piedra, intentando inventar otra cosa. Esta arquitectura es una
arquitectura que plantea el problema de la filosofía. Y lo plantea de otro modo
que por medio de un discurso o de una especulación filosófica.
Tschumi
le ha pedido un jardín sin vegetación, hecho únicamente de agua y piedra.
Existe una proposición que es el pretexto, la anécdota del principio, pero
también está Venecia, Canareggio, el Hospital, Le Corbusier, los mataderos de
La Villette.
Esto es
propiamente la parte de Eisenman. Precisamente para evitar que exista un solo
origen o un solo centro, ha imaginado en su proyecto una multiplicidad de
capas, de estratos que pueden parecerse a estratos de memorias. El conjunto es
una especie de palimpsesto, donde capas de proyectos se superponen, sin que
haya uno que sea más fundamental o más fundador que el otro. Existen tres o
cuatro de esas capas: el suelo de La Villette, la estratificación de los
antiguos mataderos, el proyecto de Eisenman en Venecia. También está la capa «Tschumi»
; y luego se halla la lectura de Platón... Esta relación de Platón con Eisenman
es la que propone toda la metáfora, aunque no sea más que una en realidad: la
del palimpsesto, la de las inscripciones superpuestas.
También
existe ese título de «choral work», ¿cómo lo traduciría en francés?
Yo
creía que la música debía también tener su sitio. Cuando Eisenman me propuso
intervenir, no solamente por mi texto sobre la khôra, sino también
de una manera más inmediatamente arquitectónica, propuse que se inscribiese en
algún lugar la forma de la lira, una lira que se asemejase a una criba porque
en el texto de Platón hay una criba, un tamiz con las semillas que pasan a
través. Eisenman conservó la idea de la música. Ya había hablado de choral work para resaltar la khôra y
para resaltar el carácter de
concierto... Propuse que fuese simplemente un instrumento de metal, colocado en
algún sitio. Pero él ha hecho de la estructura en todo su conjunto una especie
de lira inclinada.
Esas diferentes capas,
esas diferentes alusiones, esta música, están como inscritas en silencio sobre
la piedra.
Son
como invitaciones. No están totalmente indeterminadas, uno no puede hacer lo
que quiera con ellas; aunque se debería poder hacer mucho más según la
imaginación de cada cual.
Uno de
los motivos principales de este trabajo de encargo es que este sitio debería
ser, en tanto que jardín, no sólo un lugar de paseo que los visitantes puedan
cruzarlo sino también un lugar de experiencia, no únicamente como visita
estética o de paseo, sino de participación, de intervención por parte del
lector-visitante-colaborador. Por lo tanto había que pensar en el paso, en el
paseo del visitante, ¿por dónde va a pasar?, ¿qué le invita a hacerlo?; y
también, ¿qué es lo que le deja libertad para hacerlo?
Ahí
existe una estructura muy complicada. El «visitante» pasa por abajo, ve el otro
lado, no se sabe lo que está encima o debajo. Cuando hace un momento le
comentaba que no existen fundamentos en el sentido de una capa inferior,
significa que el visitante lo ve también desde abajo, pasa por debajo y en un
momento determinado, puede ver lo que hay debajo, lo que convierte en más
incierto la oposición entre arriba y abajo.
Este jardín está en un
parque, un parque urbano. Dejando al margen su participación, ¿qué piensa que
puede ser, que debe ser un parque, paisaje urbano, hoy y mañana?
No
puedo contestar. No puedo responder de forma abstracta.
Me
atrevería a decir que la respuesta ha de ser tan específica cada vez que ni
siquiera se puede contestar de la misma manera en Nueva York, para un cierto
momento de la historia, en París, para otro diferente, en tal lugar de París o
cualquier otro...
Creo
que la propia idea de modelo único me parece peligrosa. Propondría esto como
una especie de principio general. La catástrofe sería un modelo dominante que
intentáramos imponer por doquier, cualquiera que fuesen los contextos urbanos,
los contextos políticos.
La idea
de parque siempre está por reinventar. Como usted sabe, lo que se llama
deconstrucción es una forma de no apegarse a tradición alguna... No sé muy bien
lo que es un parque. ¿Qué es un parque?, ¿una ciudad? No se trata de cuestiones
filosóficas abstractas. Hablar de un parque urbano, es aún más problemático.
Pediría volver a revisarlo todo.
http://www.villette.com/fr/
martes, 15 de enero de 2013
domingo, 13 de enero de 2013
Augusto Pacheco arquitecto-artista en Berlin
Augusto
Pacheco es un artista colombiano, que actualmente vive y trabaja en
Berlín y que ha participado en diferentes proyectos artísticos en
Europa. Estudió arquitectura, y en sus obras, se aprecian resquicios de
la misma, tal vez de algún tiempo pasado que le vuelve a la memoria.
Se trata del equilibrio perfecto entre arquitectura y arte, y posee, sin duda una obra muy original y auténtica.
A sus obras las llama experimentos, quizás porque las piensa mientras las hace, o tal vez porque para
él resultan la culminación en objeto de todo lo que pasa por su cabeza.
Lo que nos queda a los que no somos tan privilegiados de tal
imaginación, es la contemplación de su arte.
Ciudades invisibles
Estas "ciudades invisibles" pueden llegar a recordarnos alguna de las propuestas de los Candilis, Josic y Woods. Se intercalan el lleno y el vacío, y nos sugieren las vistas aéreas de un mundo imaginario.
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