Las leyes de la simplicidad,
interpretada desde la óptica del gran consumo. El patrón serán las leyes
de la simplicidad de John Maeda, un magnífico ejercicio sobre una idea
sencilla y potente: en un mundo complejo, menos es más.
1.Reducir: La mejor manera de alcanzar la simplicidad es mediante profunda reducción.
1.Reducir: La mejor manera de alcanzar la simplicidad es mediante profunda reducción.
Para cualquier producto de consumo,
una persona tiene actualmente decenas de opciones. 30 variedades de cereales
son, probablemente, más de las que un consumidor necesita. En medio del caos,
la simplicidad aparece como una estrategia casi imprescindible: este consumidor
no tiene tiempo de estudiar todas las posibilidades, tiene que captar el
mensaje y entender el producto de un vistazo.
La simplicidad aplica en muchos
ámbitos: el diseño del propio producto, el packaging, la publicidad, etc. Maeda
sugiere una estrategia para buscar esta simplicidad: el modelo SHE (Shrink,
Hide, Embody):
- Reducir el tamaño
- Esconder: no hace falta que los atributos y funciones del producto estén todos visibles simultáneamente, sino solo cuando el consumidor los necesita
- Incorporar la calidad en el producto, sin que se vea exteriormente
En el fondo, se trata de evitar la
tentación de contar algo por el simple hecho de poder contarlo, de hacer gala
de todos los beneficios y atributos del producto (por ejemplo, unas galletas
integrales, con Omega3, con vitaminas, sin azúcar, etc.). El posicionamiento
está en la mente del consumidor, y éste no hace listas de pros y contras cuando
está delante del lineal del supermercado.
2.Organizar. La organización consigue que muchos parezcan pocos.
2.Organizar. La organización consigue que muchos parezcan pocos.
Agrupar la información simplifica la comprensión y el
recuerdo. 30 variedades de cereales quizá sean imposibles de memorizar, pero
cinco gamas son más asequibles. Si cada gama de productos tiene un
posicionamiento claro y una propuesta de valor diferenciada, el consumidor
sabrá distinguirlas y recordarlas. Por ejemplo, Danone ha hecho un gran
ejercicio de simplificación al crear las plataformas de Vitalínea, Activia o
Danonino (aunque luego tenga cierta tendencia a expandir exageradamente cada
gama).
En el lineal de un supermercado, el consumidor busca
categorías antes que marcas, así que la buena organización es fundamental:
dirige la vista del cliente, simplifica su proceso de decisión y le ayuda a
encontrar lo que quiere comprar.
3. Tiempo. El ahorro de tiempo se percibe como
simplicidad.
A nadie le gusta esperar; y la frustración de la espera es
aún mayor en un momento en que todos tratamos de comprimir en un día decenas de
actividades, exprimiendo las horas y correteando de un lado a otro. Para
ahorrar tiempo también puede ayudar el modelo SHE: reducir el tiempo (con productos como un GPS que
indica la ruta más corta, o un libro de cocina con recetas listas en cinco
minutos), esconderlo (entretener a las personas que esperan en una
cola con un video), e incorporarlo (indicar el tiempo de lectura en un
artículo). El objetivo es doble: reducir el tiempo de espera y hacer esa espera
más tolerable.
En el mundo del marketing, la ley del tiempo puede llevar a
diseñar productos cuyo beneficio principal es ahorrar tiempo (arroz listo en 3
minutos), a diseñar procesos de compra más rápidos (las listas en los
supermercados online), a crear productos autoexplicativos, que se pueden usar
desde el primer minuto sin libro de instrucciones (como el iPhone, que
literalmente no tiene instrucciones) o a crear campañas promocionales donde el
regalo es tiempo (por ejemplo, un servicio de limpieza doméstica).
4.Aprender: El conocimiento lo hace todo más
fácil.
Todos nos hemos enfrentado a una tarea que nos parecía muy
compleja la primera vez y trivial al cabo de un tiempo. Aprender a conducir es
un reto, pero luego se hace de forma automática, casi sin pensar.
Para amar un producto hay que conocerlo, hay que pasar la
barrera de la primera cita y llegar al noviazgo lo más rápidamente posible.
Educar al consumidor es fundamental para que aprecie la marca, especialmente
aquellas con propuestas de valor más premium.
En la innovación de las marcas, a menudo basada en
constantes lanzamientos, enseñar es también un punto clave: lo peor que le
puede pasar a un producto es que el consumidor no sepa para que sirve, o no
sepa que hacer con él.
5. Diferencias: La
simplicidad y la complejidad se necesitan.
La simplicidad solo se percibe como contraste de la
complejidad. Por eso es cada vez más relevante, porque la complejidad aumenta
en todas las áreas de la vida. Lo ideal es encontrar un ritmo que alterne las
dos situaciones extrayendo lo mejor de cada una.
Un anuncio sin sonido destaca en un mar de anuncios
gritones; una página en blanco de un periódico sobresale entre tanta letra
negra; un aparato con un sólo botón sorprende frente a otro con 10 botones; un
producto con un sólo beneficio se entiende mejor que uno que pretende ser bueno
en todo. Como algunas artes marciales, donde la estrategia consiste en apoyarse
en la fuerza del contrincante, la simplicidad se apoya en complejidad de los
demás.
6.Contexto: lo que hay en la periferia de la
simplicidad no es periférico.
No se puede simplificar algo solamente centrándose en sus
aspectos definitorios; el contexto en el que se sitúa es clave para percibir su
simplicidad. Demasiado enfoque es negativo, se ven sólo los árboles y no el
bosque.
Al diseñar un producto, no sólo hay que hacerlo sencillo,
potente y elegante, sino pensar en como se verá en los dos momentos de la
verdad: en el lineal, entre otros muchos productos, y en casa del consumidor.
7. Emoción: más emoción es
mejor que menos.
Llenar de emoción un producto puede requerir alejarse de la
simplicidad, para introducir nuevos niveles de significado. Hay personas
que eligen productos sencillos y minimalistas, como algunos móviles o un iPod,
y lo primero que hacen es personalizarlos, con pegatinas, fundas y todo tipo de
accesorios. Dotar de sentimiento y emoción a un objeto es una característica
muy humana.
Aunque parezca contradecir la ley de reducir, hay algunas cosas donde más es mejor que menos:
más cariño, más amor, más intensidad, más significado.
En los últimos años, muchas campañas de marketing se han
centrado casi exclusivamente en comunicar emociones, olvidando los aspectos
racionales y contando historias extrañas y complejas. El reto es mantener el
nivel emocional, aunándolo con un enfoque más simple y directo.
8. Confianza:
confiamos en la simplicidad.
Los aparatos y los servicios que utilizamos son cada
vez más complejos, pero para nosotros es irrelevante: confiamos en que harán
bien su misión, y los usamos sin tener ni idea de como funcionan. El paradigma
es un coche, que casi todo el mundo sabe utilizar pero casi nadie sabe como
funciona por dentro.
La simplicidad transmite confianza, y la confianza nos
ahorra tiempo y esfuerzo. Las marcas son el paradigma de la confianza, y ese es
su mayor valor. No deben confundirse en batallas de precios o perderse en
innovaciones innecesarias.
Para las marcas de servicios, la confianza es especialmente
relevante, ya que al no existir un objeto físico es lo único que garantiza la
calidad al cliente. En gran consumo, las marcas que consigan aprender de un
cliente y simplificar sus decisiones tendrán mucho ganado.
9.Fracaso:
algunas cosas no se pueden simplificar.
A pesar de la enorme importancia que le otorgo a la
simplicidad, en algunos casos la complejidad es necesaria. Hay temas demasiado
difíciles, llenos de matices y detalles que no pueden ser explicados de un
plumazo. Sin embargo, las personas rechazan cada vez más un enfoque complejo
(leer un párrafo de más de 6 líneas, memorizar algo que no puedo aprender de un
vistazo, etc.). El resultado es que la simplicidad se convierte en simplismo,
se cae en lugares comunes y cualquier cosa se acaba pareciendo a muchas otras.
Cuando una marca tiene un producto suficientemente bueno y
diferente, no debe tener miedo de explicar su complejidad, si es necesario para
apreciar su valor. Hay que darle un voto de confianza a los consumidores, y
tratarlos/tratarnos como seres inteligentes.
10. La
Clave: la simplicidad consiste en eliminar lo obvio y añadir lo relevante.
Las diez leyes, resumidas en una. Cualquier campaña de
marketing puede aprender de esta ley: eliminar textos
absurdos y repetitivos, tópicos mencionados por todas las marcas, guiños que
nadie entiende, etc; y añadir mensajes
relevantes, que aporten valor al que los escucha, que diferencien de la
competencia, que den una buena razón para levantarte de tu silla, ir a la
tienda y comprar el producto.
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