Del latín solstitĭum, el término solsticio
es un concepto astronómico que se refiere a la época en que el Sol
se encuentra en uno de los trópicos. El solsticio de invierno es
conocido como solsticio hiemal y supone el día más corto y la noche más
larga del año en el hemisferio boreal (en el austral, ocurre exactamente lo
contrario).
El solsticio de verano o solsticio vernal
produce el día más largo y la noche más corta del año en el hemisferio boreal
(sucediendo lo contrario en el hemisferio austral).
Para el trópico de Cáncer, el solsticio
ocurre del 21 al 22 de junio, mientras que, para el trópico de
Capricornio, el solsticio tiene lugar del 21 al 22 de diciembre.
Los solsticios ocurren por la inclinación axial
del eje terrestre. Esto permite que el Sol alcance, en cierto momento del año,
su máxima declinación norte respecto al ecuador celeste (+23º 27′) y su máxima
declinación sur (-23º 27′). En otras palabras, los solsticios son los momentos
anuales en los que el Sol alcanza su máxima posición, ya sea boreal o
meridional.
Desde la antigüedad, la llegada de los solsticios
suele festejarse con diversos rituales. El solsticio de junio es
festejado en la costa de España con las Hogueras de San Juan, un
rito donde, al encender una hoguera, se trata de dar más fuerza al Sol que
comienza a hacerse más débil a partir de dicho día en el hemisferio norte.
De igual forma, el solsticio de diciembre es
festejado, en el hemisferio norte, como el regreso del Sol, ya que, a partir de
ese momento, los días comienzan a alargarse. Existe un simbolismo donde se
asocia al Sol con el renacimiento y a la esperanza. Por eso, hay quienes dicen
que los cristianos fijaron la natividad de Jesucristo en diciembre como
un símbolo de la llegada de una nueva luz al mundo. Por otra parte, la Navidad
intentaría opacar las festividades paganas que existían desde hacía mucho
tiempo.
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